ANDALUCIA
Si tuvieran que pasarse trabajando en la cárcel hasta devolver lo que se han llevado, ya habría menos ERE
Si es verdad, como parece, todo lo que cuentan de los ERE de Mercasevilla, y si quienes hacían el egipcio para llevarse hasta los filamentos de las bombillas eran gente que militaba en sindicato de izquierda o había ocupado sillón de izquierda en ayuntamiento, o cargo de confianza en otro sitio, o era familiar de alguno del asa del cántaro, si es así, no me sale más que una frase: «Dios mío…, qué cantidad de sinvergüenzas, de golfos, de mangantes, de aprovechados hay en la política o medrando cerca de ella». Si un cargo sindical es capaz de poner la mano y llevarse treinta millones de pesetas, y cogerle a la mujer la suya (la mano) para que la extienda y se lleve otro tanto, aquí no hay más golfos porque la máquina de hacerlos no echa la tarde. Y si en ese saco de corruptos hay ex alcaldes que se prestan a ese enjuague de agua sucia, cuánto sinvergüenza en el nombre del pueblo, Cangui, porque casi siempre se trata de unos golfos que te ponen de fascista por nada y suben a una tribuna y se ponen a hablar de los trabajadores que, vamos, parece que lo único que han hecho en su vida es trabajar veinte horas diarias, y a lo mejor son listos de los que se orientaron para no hacer nada y para llevarse, como te digo, hasta el barniz de las sillas.
Siempre una golfería, Cangui. ¿Te acuerdas del engaño aquel con lo del algodón, cuando unos sinvergüenzas se prestaban a pasar varias veces la carga por donde otros sinvergüenzas lo consentían, para robar por la jeta y seguir leyendo el periódico en el bar con carita de santo? ¿Te acuerdas? Aquellos sinvergüenzas —tú sabes sus nombres, como yo— no dejaron que el algodón fuera del todo blanco, porque sus manos lo mancharon. Pues con estos golfos de los ERE de Mercasevilla, lo mismo, Cangui. Unos de un lado y otros de otro, me da igual. El sinvergüenza y el golfo no son ni de derecha ni de izquierda, son de allí de donde encuentren sitio para poder ejercer de tales, sea entre sacas de algodón, entre ladrillos, entre papeles de un ayuntamiento o entre sardinas frescas. Cuánto golfo suelto, Dios mío. No podemos dejarlos solos, porque hay muchos que tiran al monte. Ni solos ni mucho tiempo en el cargo o en los alrededores. Aquí hay alcaldes —de izquierda y de derecha, conste, que no venga nadie presumiendo de virginidad— que han convertido el bastón de mando en vara de mago y han salido ricos. Pero aquí nos conformamos con hacerles un chiste. Si tuvieran que pasarse trabajando en la cárcel hasta devolver lo que se han llevado, ya habría menos ERE.
Noticia Original: Diario ABC Andalucía – POR Antonio García Barbeito