Articulos de Opinion

2 julio 2017

La utilización de la mentira

ANDALUCIA

SE HA ESCRITO casi todo sobre la postverdad, ese concepto de moda que pretende ir un poco más allá de lo que ha sido siempre la utilización de la mentira con apariencia de certeza y la manipulación de la realidad para que ésta no estropee los prejuicios. La nueva denominación de estas actitudes parece que le otorga un mayor fundamento, consideración de la que conviene huir para que no logre su principal objetivo: que se considere el argumento, la descripción o el análisis como un asunto debatible y contrastable cuando se trata de la más elemental falsedad.

Sería muy fácil detenerse aquí en la enumeración de casos de postverdad cotidianos que se han instalado en la vida política. Son casos muy evidentes que gozan de un notable dominio en algunos sectores. Existe, sin embargo, una especie de postverdad más simple que suele funcionar como una lluvia fina que va calando en la opinión pública con aparente ingenuidad y que, en el momento de ser desenmascarada, resulta poco menos que insignificante pues sus propagadores suelen desentenderse de ella con la misma intensidad con la que la irradiaron.
El aún humeante fuego en el entorno de Doñana ha sido un banco de pruebas eficaz para esta manipulación populista de corto plazo. La cercanía a una de las reservas naturales más importantes de Europa y la corrección indiscutible que supone el conservadurismo ecologista fueron el caldo de cultivo ideal para fabricar la postverdad. Apenas estaban actuando los primeros retenes del Infoca y ya había conclusiones indiscutibles sobre el origen del fuego, su dimensión -¡Arde Doñana!- y las intenciones de los provocadores. Y, por supuesto, estaban claramente señalados los responsables políticos de esta catástrofe.
En apenas unas horas se propagó la inflamable mentira de que detrás del fuego había intereses especulativos y urbanísticos que se aprovecharían de la modificación legislativa de la Ley de Montes por parte del PP y de la laxitud de la Junta de Andalucía para poco menos que alicatar hasta el cielo el frente litoral del Doñana.
Esta burda manipulación -pues ni la Ley de Montes permite eso, ni Doñana y su entorno están bajo la protección legal de la misma, ni la Junta, aun queriendo, podría llegar tan lejos- se habría quedado en un caso más de cuñadismo tuitero si no hubiera sido porque una de las principales propagadoras del bulo infame fue la flamante presidenta del PSOE, Cristina Narbona.
La que fuera ministra de Medio Ambiente abonó esa idea desde las redes sociales con una fuerza y contundencia que aún provoca sorpresa, pues mantuvo la mentira incluso cuando no fueron pocas las fuentes autorizadas y los medios de comunicación que destaparon la patraña. La irresponsable actitud de Narbona tuvo, además, una segunda nefasta consecuencia, la de conceder credibilidad a quienes urdieron en apenas unos minutos toda una trama conspiranoica que provocó el deleite de los consumidores de leyendas urbanas y de ciertos medios de comunicación -digitales y televisivos- siempre proclives a cualquier teoría delirante que apoye su apuesta ideológica.
Como es imposible creer que Narbona escribiera desde la ignorancia -es casi metafísicamente impensable que no conozca la Ley de Montes, ni la severa y rigurosa protección de Doñana y su entorno- sólo se me ocurren dos razones, a cual más preocupante, que expliquen el enredo de la presidenta del PSOE.
La primera es que Cristina Narbona se dejara llevar por su activismo y decidiera aprovechar el incendio para ajustar cuentas con la presidenta de la Junta, Susana Díaz. No es descabellada tal irresponsabilidad de Narbona, pues la falacia obligó a que fuera la misma Susana Díaz quien tuviera que salir al paso con contundencia a esa mentira y reiterar que la Junta no iba a permitir ningún desarrollo urbanístico en la zona siniestrada. La mentira avalada en las redes por Narbona resultó a la postre el escollo político más importante para Díaz en un suceso en el que precisamente se ha actuado desde los servicios públicos de la Junta con notable eficacia y en el que la coordinación entre administraciones ha sido inusitadamente sobresaliente.
La segunda explicación -paradójicamente no incompatible con la primera- es que Narbona sea presa de esa especie de melancolía de la revolución, aparente único sustento ideológico del PSOE de Pedro Sánchez, que le lleva a confundir la vieja y en decadencia socialdemocracia con lo que, en palabras del escritor Luis Sanz Irles, no deja de ser más que progresismo rabioso.

Noticia Original: Diario El Mundo Andalucia, Por Rafael Porras García

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